La vida no tiene sentido.
Quiero ser libre para querer,
no quiero ser santo,
no quiero ser bueno,
quiero volver a sentir todo otra vez,
una y otra vez,
hasta ser tan decrépito
que no pueda sentir más,
o en su defecto,
morir de sentimiento,
al no aguantar
mi pobre cuerpo envejecido,
los estragos del amor adolescente.
Qué vergüenza,
sí,
quiero vivir,
quiero seguir siendo
animal que siente,
animal que desea,
animal malvado
en busca de placer finito.
Qué vergüenza.
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