martes, 7 de julio de 2015

Qué vergüenza.

La vida no tiene sentido.

Quiero ser libre para querer, 
no quiero ser santo, 
no quiero ser bueno, 
quiero volver a sentir todo otra vez, 
una y otra vez, 
hasta ser tan decrépito 
que no pueda sentir más, 
o en su defecto, 
morir de sentimiento, 
al no aguantar 
mi pobre cuerpo envejecido, 
los estragos del amor adolescente. 

Qué vergüenza, 
sí, 
quiero vivir, 
quiero seguir siendo 
animal que siente, 
animal que desea, 
animal malvado 
en busca de placer finito.

Qué vergüenza.

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