dormir un poco más,
que el despertador
se apiade de mi pobre cuerpecillo,
abatido,
impotente,
entumecido por mil batallas con la almohada,
esta noche.
No puedo,
no quiero.
No me puedo enfrentar
a una nueva etapa de vigilia.
Quiero seguir en el pantano de los ojos pegados,
de la legaña que nunca engaña,
de la sábana enrollada,
del pijama que me ama,
de esta manta que es mi santa.
Dejadme caer de nuevo en el pozo del consuelo,
en la bruma negra
de la pereza sin final.