lunes, 15 de noviembre de 2021

S-Bahn

 En el metro, caras largas. Sobretodo negros, algunos grises y muchos vaqueros. El marrón y el beige como puntos de color. Al fondo, un un casco verde lima y un amarillo gritón. Alexander Platz, hormigón, acero y Weihnachtsmarkt. Unos en sus pantallas, otros durmiendo, la de las mechas con un libro de color rosa pálido y, frente a ella, un señor de pelo blanco mira por la ventana con las manos entrelazadas. Al otro lado, el culo de un albañil sobre un andamio. Todavía tengo congelado el pie derecho. El izquierdo no se queja ya. Un iphone rojo y una mascarilla verde. Hoy el conductor está guasón, en cada parada repite la misma frase de siempre de manera diferente, primero canturrea, luego no me acuerdo, ahora con voz de falsete... me despisto, un señor que pide se pone a hablar y me saca del texto. Siempre que alguien habla en voz alta en el metro me asusto, creo que son los revisores y me da un ataque. Hace mucho que no viajo sin billete pero todavía estoy traumatizado por los revisores de la BVG, perros de presa de paisano sin alma ni educación. Odio. Busco "voz de falsete". Encuentro mucho sobre el concepto falsete. Me da mucha pereza. Sigo escribiendo. Ahora sí que han entrado los revisores. Al fondo del vagón. Sé que tengo billete pero paro para cerciorarme antes de que lleguen. Ahí está. Me medio tranquilizo de nuevo. Un rumor, un regusto de miedo se me queda pegado en el bajo vientre. El conductor vuelve a cantar su frase contentísimo. Las revisoras eran majas. No paran de agradecernos nuestros billetes. Sigo con el resquemor. La chica de delante se despierta, se levanta y se va. Me cambio de sitio para mirar hacia delante. Unos chicos con raquetas. Nueva parada, nuevo canto del conductor. Una mujer de pelo grasiento cruza el pasillo con cara de agobio, casi de terror. El terror del día a día. Otra con el pelo corto, teñido y peinado se levanta y la sigue. Odio el pelo, odio mi pelo, odio la tiranía del pelo. En realidad odio la tiranía del aspecto físico. Un cartel publicitario, una mujer rubia y un hombre de piel morena casi negra miran a cámara muy serios. En brazos de ella un gato, en los de él una niña de pelo negro y rizado. A sus pies un golden retriever. Todos ellos en un bosque triste y marrón. La marca de ropa nos informa de que el cien por cien de sus beneficios van a parar a la defensa de los animales y el medio ambiente. No sé si lo del medio ambiente me lo he inventado. Ya no me acuerdo de la marca. Sería fácil de guglear. Quizá lo haga. Necesito calcetines de invierno. Un bobycar sobre un tejado. Un bobycar con el plástico blanquecino y ajado por mor de la intemperie. ¿Se usa en castellano "mor" alguna vez o es un atavismo, además de, en mi caso, una traducción directa del catalán? Podéis opinar en los comentarios. Vuestra opinión es completamente intrascendente y seguramente errónea. ¡Opinad malditos! Ya estamos en el bosque. Pronto llegaré a mi destino. Estaría bien encontrar un final para esto antes de tener que cerrar el portátil y salir del tren para subir en la bici medio rota que tengo en la estación y cabalgar hasta la tele donde trabajo. Al salir de la última estación el tren renquea como si se hubiera dejado el freno de mano puesto. Varias veces. Tengo de nuevo miedo de que se quede parado. Ya llego tarde. No me gusta llegar tarde. No se para. Seguimos. Faltan todavía dos estaciones, una de ellas la más larga. No voy a encontrar un final. Esto es un texto sin principio ni final. Es un texto-sucesión, un texto-cañería, un texto-flujo, un texto-vómito. Siento haber escrito vómito, no debería haberlo hecho. No me he podido resistir. Pronto pararé de escribir. Me estoy cansando. Ya no tengo nada más que ofrecer, nada que añadir. ¿Tuve en algún momento, de verdad, algo que ofrecer, algo que añadir al discurso ya escrito? Supongo que no. Qué más da. Ahí está, ahí lo dejo. Tenga o no razón de ser. El hecho es que es.

miércoles, 7 de abril de 2021

Canto al jamón

Cuando tengo el buche lleno

se me ocurren otras cosas.

Cosas que quizá son sosas

pero mesan mi conciencia

y me otorgan la paciencia

para ver en mi futuro

un camino blanco y puro,

que promete vino y rosas

sin espinas resacosas.