Cuando me dijeron que no podría volver a escribir casi sentí alivio. No porque el hecho de escribir suponga una carga muy grande en mi día a día, sino porque las consecuencias de haber aireado cada trapo sucio subconsciente a los cuatro vientos desde el primer cuento que me publicaron ha sido un peso demasiado grande sobre mi vida y la de los que, por decisión propia o divina han caminado a mi lado.
Me he separado de tres mujeres, con sus respectivos hijos, algunos se han venido a vivir conmigo, pero otros, al quedarse con sus respectivas madres, sólo los he visto de uvas a peras, con el consiguiente mal rollo de culpas y despechos paterno-filiales.
Ahora que me lo han prohibido so pena de muerte, en esta neo-dictadura democrática ya no tengo de qué preocuparme. Ya no escribo, ya no publico. To pa mí.
Tengo esta grabadora donde están quedando registradas mis palabras en este momento y donde cada día registro mis impresiones sobre mí mismo y el mundo. Pero no se lo dejo escuchar a nadie. Lo tengo bien escondido. Sería una pena que por un descuido tonto acabara mi cuello colgando de la soga de fibra de vidrio tan en boga en estos tiempos violentos e injustos.
Tocan a la puerta, tengo que abrir. 1 de Abrill del 2044. Madrid. Confederación Ibérica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario